jueves, 1 de septiembre de 2011

La muerte: nuestra tortuosa compañera


La vida y otras cosas... con un twist de limón

¡Hello, hello! Espero que se encuentren de maravilla. Esta entrada quiero dedicársela a dos amigos queridos que me hicieron pensar en la muerte como por quinta vez en el día. Uno perdió a su mami hace unos años y otro estuvo cerca. A los dos, ustedes saben quiénes son. Los quiero mucho. 

Casi todos nosotros hemos estado cerca de la muerte de una forma u otra; ya sea que vivimos una experiencia donde casi colgamos los tenis o perdimos a un ser querido. También estamos los que hemos vivido ambas experiencias y hay de dos, o nos aterra o nos fascina. Yo tengo fascinación por la muerte pero eso no quiere decir que sea suicida o que quiera morirme. Tan sólo acepto a la muerte como parte fundamental de la vida y me apasiona su enigma.

¿Por qué nos aterra la muerte?

Desde que el hombre apareció en la Tierra, siempre ha cuestionado lo que sucede al morir. ¿A dónde irá? ¿Duele? ¿Estará en contacto con sus seres queridos desde el más allá? La respuesta es: quién sabe. Si bien muchas religiones hablan de la idea de un paraíso y de un infierno, nadie ha comprobado hasta el día de hoy qué nos sucede al morir. Nuestro cuerpo se apaga pero, ¿qué pasa con nuestra alma? Empecemos por lo más sencillo y caótico a la vez. ¿Tenemos alma? Esa respuesta la tenemos de manera individual. Lo único que sabemos es que al morir nuestro cuerpo físico se descompone; regresando a la tierra en forma de cenizas, de abono o de alimento para gusanos, pero qué importa, ya no estamos aquí.

El problema con el miedo a la muerte no radica en los muertos en sí, sino en los que nos quedamos aquí en el planeta; destruyéndolo día con día como si él no se fuera muriendo al igual que nosotros, pero ésa es otra historia. Los que nos quedamos, somos los que nos atormentamos con ideas de la muerte y creo que es por dos razones: ignorancia y egoísmo. Desde que el mundo es mundo, el hombre ha temido lo que no conoce --lo critica, lo pisa, lo elimina, lo intenta convencer, lo evangeliza... La muerte no es la excepción. El hombre la reta, busca alargar la vida con tal de no llegar al momento donde veamos la luz al final del túnel. El hombre también le teme y le huye, como si haciéndolo no viniera por él, como dicen, cuando le toque. Pero también el hombre se mofa de ella y le rinde culto, como los aztecas y los mexicanos de hoy que rendimos honor a nuestra inseparable sombra en el Día de Muertos. Hacemos calaveritas de azúcar, dedicamos poemas de muerte a nuestros conocidos, les dejamos ofrendas a nuestros seres queridos para esa noche tan especial en que vienen a visitarnos. Otras culturas como la egipcia preparaban a sus muertos para cuando llegaran a ese lugar desconocido con alimento, bebidas, joyas y artículos personales. Los celtas también rendían culto a la muerte e incluso es el día que celebraban su año nuevo. Sin embargo, la falta de conocimiento acerca de lo que hay del otro lado nos causa miedo y aberración, cuando finalmente todos, absolutamente todos llegaremos a ese punto, nos guste o no. 

El hombre es el ser más destructivo y egoísta del planeta, y la muerte es tan sólo uno más de sus pretextos para que su ego se apodere de él. ¿Por qué sufrimos cuando alguien se muere? La respuesta es muy sencilla: porque no volveremos a ver a la muerto y eso nos causa un vacío, punto. No nos importa si la persona estaba sufriendo, si sentía mucho dolor, si ya quería irse, si sentía que ya había vivido lo suficiente o todo lo contrario; finalmente, somos los que nos quedamos los que lloramos su partida. El muerto no nos importa, sólo nos importa nuestro propio dolor. Cada uno tendrá su creencia de qué sucede al morir pero si partimos de la idea de que hay un lugar mejor que éste, pues el muertito está a toda madre, ¿por qué sufrimos? Una vez más, porque el hombre es egoísta y sólo está pensando en su propio dolor y no en el muerto en sí. Regresando a la creencia de que nos vamos a un lugar mejor, ¿no es cierto que nosotros también llegaremos a él? Si es así, entonces, ¿por qué lloramos si al final del día vamos a estar con nuestros muertos? 

Yo no le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo al sufrimiento en vida que me conduzca a la muerte. Temo a una enfermedad larga y dolorosa pero no me da miedo el paso de una vida a "otra". No tengo idea de que será de mí cuando me muera. Todavía no sé si creo en la reencarnación o no. Dicen que yo ya soy alma vieja y una de las formas de saberlo es precisamente por eso, porque he vivido y muerto tantas veces que por eso no le tengo miedo. Quién sabe y tampoco me importa. Lo único que sé es que esta vida es única e irrepetible. Nunca será yo otra vez, reencarnada o no. También creo que mis muertitos estarán ahí cuando me den la bienvenida y me llena de alegría saber que los volveré a ver y a abrazar. Algunos pensarán que estoy loca o pacheca, y quizá sea consuelo de tontos pensar así, pero si así me da la paz que necesito para seguir adelante, ¿qué más me da lo que piensen los demás?

Todos nos vamos a morir. TODOS. No tengamos miedo a ese paso ni nos obsesionemos con el sufrimiento de algo que ni siquiera conocemos. Vivamos la vida con intensidad, con jolgorio, con alegría, rompamos las reglas de vez en cuando... Gastamos tanta energía mortificándonos por algo que ni sabemos que es en vez de aprovechar el momento; el aquí y el ahora. No voy a decir que vivamos cada día como si fuera el último porque se me hace una reverenda estupidez. Si fuera el último día de vida estaría con mis seres queridos poniéndome una de aguamielero riéndome a carcajadas de los mejores momentos, entonces, ¿a qué hora trabajaría? Lo que sí digo es que no perdamos tiempo ni suframos por cosas que no sabemos. Si la estamos viendo cerca y no nos gusta, entonces llevemos una vida más sana para alargarla pero seamos conscientes de que finalmente nos llegará el momento en que la flaca nos lleve. Si sufrimos por alguien que ya se fue, hablen con la persona, platíquenle lo que sienten, visualícense con ella, abrácenla, escuchen con el corazón lo que les está diciendo para terminar diciendo --adiós, puedes irte en paz pero hazme un huequito para cuando te alcance.

No tengo idea de cuando vaya a morir ni es algo que desee pero algo me dice que moriré joven, siempre he tenido ese presentimiento. No me acongoja ni sufro por eso, al contrario, doy gracias al Universo por darme la oportunidad de tener vida e intento vivirla al máximo, --y vaya que he sido criticada por eso. Me consuela saber que cuando me vaya, la misma mujer que me dio la vida será también la mujer que me dé la bienvenida a la muerte, entonces, ¿de qué me preocupo?

¡Bendiciones!